lunes, 21 de noviembre de 2011

Resaca... ¿electoral?

Buenas tardes a todos. Desde Francia, con amor, os dedico estas palabras.
Me lo he pensado mucho a la hora de escribir esto porque, como todos sabemos, la sombra del ciprés es alargada, nadie quiere aparecer en una cuneta sin vida, ya se sabe cómo se las gasta esta gente y bla, bla, bla. Pero me la voy a jugar: España huele a ajo, sí, y también a tongo.

Qué bello el tongo: inventado por los vendedores ambulantes de aspiradoras, enciclopedias y demás cachivaches; usado por los inocentes rateros que llaman a las puertas de las personas de ochenta y dos años en adelante; vocablo temido por los feriantes maravillosos que te embelesan con un quad usado para que compres los boletos y te atontan mediante el uso del penetrante aroma del algodón dulce que anula tu voluntad. Ése y no otro creo que es el titular de los periódicos de hoy.
No es que tenga mal perder, ojo, no tiro ni para un lado ni para otro. Es simplemente que ayer seguí por televisión los resultados del escrutinio hasta aproximadamente el 97%, momento en que me di por informada del resultado y subí las escaleras hacia el dormitorio acompañada por nubarrones de decepción. ¿Y por qué? Pues porque me resultaba sospechoso todo este tinglado. Me explico.
Cuando pongo la televisión aparecen dos conocidas presentadoras "de toda la vida" despellejando(literalmente) al partido que ha perdido las elecciones con cara de tener al que visitó a la estanquera de Vallecas a la espalda y me digo: "Huy, qué mala cara tienen estas chicas..." y veo el resultado, que ya ronda el 70% de los votos escrutados. "Mira qué bien: hace falta un cambio -pienso esperanzada-, a ver si todo nos sale bien de una vez".
Sigue la comparecencia de José Blanco, recalcando que decidimos nuestro propio destino y que éste será sin duda un gobierno "de todos los españoles". Muy diplomático, desde luego.
Tras esto, el debate en la tele, teñido de respeto, buenas maneras y un talante fuera de lo común en este tipo de situaciones, en el que se recalca de nuevo que "éste será un gobierno de todos los españoles". Me digo: "Pues sí que está la gente educadita hoy, qué bien".
Luego la calle Génova, de ese Madrid que tan lejos queda ya, abarrotada de gente que no cabe en sí de gozo: el cambio está aquí y es una realidad. Comprendo su alegría, y por supuesto la comparto. Pero entonces puedo ver a Cospedal y mi ceño vuelve a fruncirse: parece doña Carmen Polo inaugurando un bar en Chueca; cara de pena, gesto cansino (que no cansado), hombros hundidos, tragos de saliva dificultosos, evitando mirar a la concurrencia, diciendo lo mismo que todos los anteriores. Con la misma cara que cuando te pillan robando en un todo a cien. Con vergüenza, vamos.
Pero es que cuando al fin aparece el PP al completo, nadie está contento: todos tienen la misma cara de funeral, de "Ya lo sabíamos", de "Bueno, ya está", de "No me sorprende nadita". Y recibe don Mariano Rajoy las llamadas telefónicas de la Merkel, de Sarkozy, de Barroso (con este último no habló, según dicen), como si tuvieran el talonario preparado en espera de los resultados electorales:
- ¿Síííí?
- ¿Está Mariano?
- Claro...
- Que podéis pasar a recoger lo vuestro cuando queráis. Y enhorabuena:  habéis salido de la crisis.
- Gracias.
Más "pistas" en la tele: unos dejan caer que durante los últimos días de campaña Rajoy ya era tratado como Presidente; otros dicen que esta victoria es similar a la de Felipe (¿aquélla no fue un poco rara, por cierto?); que esta mayoría absoluta se debe al alto porcentaje de participación (debe ser, porque ni siquiera Felipe, con las ganas de democracia que había, sacó tantos diputados. Y el crecimiento demográfico no ha sido para tanto...): más de un setenta por ciento (el treinta que falta debemos ser los que no hemos podido votar más los que se durmieron); los periodistas más arteros calladitos y respetuosos; los catalanes haciendo caso omiso al resultado de ambos;los únicos feudos donde no han ganado, si mis informaciones son fiables, son Barcelona y Sevilla (iba a notarse un montón); y "asín sucesivamente".
¿Va a haber recuento? Claro que no, el cambio nos viene bien. O no. Es un mal momento para ensayar estrategias políticas o carecer de programa alguno, pero es el que nos ha tocado vivir. Ahora mismo me fumaba un cigarro, pero tengo que salir fuera y hace un frío que pela.

Vamos a ver: yo ni siquiera vivo en España y desde luego no soy una lumbrera pero, ¿cómo se me pueden ocurrir a mí estas cosas?¿acaso porque no lo soy?. No he estudiado ciencias políticas, ni periodismo, ni soy estadista, ni tengo un curso intensivo de "Gobiérnese Usted Mismo", ni en el fondo me interesa nada de esto, pero, sinceramente, cuando se creen que pueden engañarnos con tanta facilidad, se me caen los palos del sombrajo.
Porque si Europa ha reunido a ambos partidos y les ha hablado claro, imponiéndonos el próximo gobierno con la promesa de comerse nuestros pepinos, lo entendería, porque la historia está plagada de ejemplos de naciones enteras que a veces han necesitado de una sola mente plecara para poder avanzar. Pero lo que no entiendo tanto es que no se nos informe de ello, ya que el español, que jamás ha tolerado intromisiones cuando de lavar sus trapos sucios se trataba, es capaz de encajar los golpes más fuertes con una sonrisa eterna y el palillo en la boca. No queríamos el euro, ni una Constitución que no comprende lo que pasa en Ibiza, ni tener que hablar en inglés con los alemanes, ni aguantar que nos digan lo que tenemos que hacer; pero todo lo soportamos porque comprendimos al final que los tiempos que corren son los que son. Y todo esto nos hizo fuertes como rocas, tercos como mulas y celosos de lo nuestro. Y si tengo razón en algo (ojalá que no) y algún día todo esto sale a la luz, que Dios los pille a todos confesaos.